Anuncios publicitarios, abundan y sin respeto a las regulaciones son tolerados
La ciudad de los anuncios es tierra de nadie. Técnicamente no aplica regulación alguna y se vale anunciar de todo, en el espacio que sea o al menos así lo presume lo que es visible.
Anuncios hay de lo que necesite el creador. Aparecen espectaculares con sus temerarias estructuras de acero hasta dentro de los patios de las casas, otros en las azoteas y algunos más cuya existencia sólo se nota cuando se caen con el viento o la lluvia. Cada temporada de vientos o tormentas, las instancias de Protección Civil reportan desprendimiento de lonas o caída de letreros.
Anunciarse tampoco es producto de una regulación muy rígida. Puede circular una crítica muy profunda a un partido o sistema político, una empresa de cualquier servicio, un automóvil, servicios bancarios, escuelas, agentes inmobiliarios con la venta de edificios departamentales, negocios ubicados en plazas comerciales, aseguradoras, empresas de servicios de internet y telefonía, pollerías, marcas extranjeras de aceites y gasolinas, oficinas gubernamentales y las acciones de gobierno, negocios de pizzería, carreras atléticas de renombre, en la colonia Himno Nacional Segunda Sección con una estructura de dos letreros, uno de ellos con el anuncio de lo necesario para acabados de pisos y otro de conocido restaurante de bisquets, este último ubicado entre las avenidas Manuel Gómez Azcárate y Coronel Romero.
Hay otros letreros que han soportado propaganda de aspirantes a cargos de elección popular, otro de una universidad privada, uno más de una empresa refresquera, anuncios de intérpretes musicales, tiendas de autoservicio, despachos de servicios arquitectónicos, compañías de telefonía móvil, instalaciones llanteras, festivales turísticos, restaurantes, sucursales bancarias y agencias automotrices.
También hay otros letreros que ofrecen un aspecto de descuido, porque sus lonas fueron destruidas por una jugarreta del clima, y ya nadie las retiró ni las repuso.
Distractores aquí y allá
Basta dar una vuelta a la avenida Salvador Nava Martínez o en su caso por el Bulevar San Luis, tramo del Distribuidor Juárez hasta el Libramiento Oriente, para encontrar estructuras y construcciones de bases en las azoteas de edificios. Tan solo desde el Distribuidor Juárez y hasta la Zona Universitaria, en algunas colonias hay uno o varios letreros en cada manzana.
Algunos espectaculares pertenecen a farmacias, tiendas de conveniencia y negocios de diferentes giros, pero por ejemplo abundan los anuncios de tiendas y prestadores de servicios, en los colocados en edificios casas y talleres, y otros colocados por encima de las azoteas o en sitios donde aprovechan los patios de algu-
nos edificios.
Ambigüedad legal
Un activista del medio ambiente advierte que las leyes son ambiguas y dejan la carta abierta para la interpretación; un día el propietario de un letrero puede violar la norma y el otro la propia autoridad lo da por solventado.
Luis González Lozano, presidente de la organización civil Cambio de Ruta, advirtió que vivir en la contaminación visual es tan sencillo como el uso de las luces neón, que representan la falta de respeto a las normas del Centro Histórico.
Para González Lozano, la globalización y comercialización de los productos llevaron a las compañías a buscar formas innovadoras para llamar la atención de sus mercancías, de sus servicios, de sus productos y otros.
“Ya hemos rebasado un límite… decíamos que la contaminación tradicional era la basura, calidad del aire, los vehículos, la Zona Industrial, pero traemos un problema de contaminación visual y de ruido que de alguna manera tiene que estarse regulando y controlando”, señaló.
El entrevistado advirtió que hay una sobrerreglamentación a este tipo de contaminaciones, con un fin recaudatorio o de corrupción, porque el que hace la ley hace la trampa, es decir, una ley fue promulgada para supuestamente regular una actividad, pero más bien fue creada para tener un control “donde yo digo si estás bien o estás mal, porque esto me da esa posibilidad de decisión y de acto de autoridad, pero bueno si tú te pones de acuerdo conmigo, entonces eso ya lo dejo pasar o no lo interpreto de tal manera”.
Aseguró que los letreros abundan porque como siempre, hay un interés particular o hay un interés de partido, que va por encima del interés social o general.
Precisó que cada vez que los diputados elaboran una norma deben identificar cuál es el bien jurídico tutelado, para construir alrededor todo un esquema que permita el gozo del derecho humano, “pero tenemos legisladores que esto no lo entienden… legislan al vapor y a la ocurrencia, y entonces no se logra el objetivo final de la norma, que es regular esa convivencia”.
Falta de Visión
También alertó que los diputados no tienen visión holística para legislar, y eso provoca que ni siquiera se den cuenta del conjunto de leyes que puede impactar alguna reforma.
Afirmó que el impacto legislativo puede darse en cualquier materia, hasta en una cuestión familiar, ambiental, de desarrollo urbano, de agua y demás, y en vez de considerarlo, fenómeno del que no solamente es culpa de los congresistas, sino también de los ciudadanos que no exigen a los diputados qué es lo que se debería de regular, y ese lo considera un problema de educación cívica y de un interés por participar en las cosas públicas.
La contaminación visual puede estar asociada con contaminación por ruido, una contaminación lumínica o todo aquello que altera el orden natural, citó González Lozano.
“Son términos novedosos, como la contaminación lumínica, un exceso de luz artificial sobre el ambiente nocturno y natural, que no solamente afecta a los ciudadanos, porque la luz artificial que puede generar radiación, sino que afecta a cierto tipo de aves, de insectos y demás que cumplen una función dentro de la biodiversidad”, aseguró el abogado.
Precisó que el derecho a la ciudad debería permitir gozar de un paisaje urbano armónico y demás, y considerar sí es parte de nuestra idiosincrasia y nuestro derecho.
Así, González Lozano consideró que la armonización de la Ley Ambiental es muy necesaria, precisamente por la sobrerregulación, porque hay un sinfín de normas, y muchas se contradicen.
Juzgó que la materia ambiental es muy complicada, porque es multidisciplinaria, es decir, no solamente es de los abogados que hacen leyes o que asesoran leyes, sino que se necesita de ingenieros ambientales, médicos y personas que le sepan a la ciencia.
Precisó que lo que falta es voluntad política de los poderes Ejecutivo y Legislativo, porque por ahora hay diputados con asesores que medio consiguen de internet dos o tres artículos y con esos piensan que ya se superó, cuando aquí en San Luis Potosí tenemos el IPICYT, el Copocyt y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, “con gente extraordinaria que tiene un sinfín de conocimientos para poder hacer una buena legislación ambiental.”
Fuente; Pulso