Muertos, impacto económico y miedo: el saldo a un mes del estallido de violencia en Sinaloa

Cientos de personas asesinadas y desaparecidas, balaceras, calles vacías, negocios cerrados, niños sin clases presenciales y una población atemorizada y envuelta en un clima de desazón es el saldo de la crisis de violencia que hace un mes comenzó a padecer Sinaloa debido al enfrentamiento entre ‘Los Chapitos’ y ‘Los Mayitos’, los grupos que se disputan el liderazgo del Cártel del Pacífico, también llamado Cártel de Sinaloa. 

La pelea que ambas facciones arrastran desde hace años se profundizó el pasado 25 de julio, cuando Ismael ‘El Mayo’ Zambada y Joaquín Guzmán López, uno de ‘Los Chapitos’, fueron arrestados de manera sorpresiva en un aeropuerto privado de Texas.

Zambada luego denunció que había sido secuestrado por Guzmán López, uno de los hijos de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, el otrora poderoso líder del Cártel de Sinaloa que cumple condena a cadena perpetua en una cárcel de EE.UU.

La versión más extendida, pero todavía no comprobada, es que Guzmán López negoció con las agencias de EE.UU. la entrega de ‘El Mayo’ para que tanto a él como a su hermano Ovidio Guzmán se conviertan en “testigos protegidos” y obtengan penas menores en tribunales estadounidenses.

Luego de un mes y medio de tensión, el 9 de septiembre la guerra entre ‘Los Chapitos’ y ‘Los Mayitos’ estalló por completo e impuso un clima de violencia en Sinaloa, en particular en Culiacán, la capital.

Desde entonces, la población se vio obligada a cambiar por completo su rutina en una ciudad sitiada por la violencia narco.

Impacto

Un mes después de los primeros enfrentamientos, por lo menos hay 173 personas asesinadas y 184 desaparecidas. La cifra de víctimas crece a diario.

El miedo recorre Culiacán. Los niños toman clases virtuales, el transporte público es escaso y durante la mayor parte del tiempo la capital sinaloense parece una ciudad fantasma. No hay fiestas. Casi nadie sale de su hogar, salvo que sea estrictamente necesario. Mucho menos de noche.

Por eso, en un intento de salvar sus negocios, los bares y clubes nocturnos cambiaron sus horarios y ahora proponen “tardeadas” que terminan antes de que oscurezca. Lo mismo ocurre con los centros comerciales y con todo tipo de emprendimiento que implique apertura de persianas y atención al público.